Borja Cabezón
Opinión

El poder de un voto

La gran conquista de nuestro país en toda su historia, la Constitución de 1978, se produjo hace más de treinta años. Yo no había nacido, la mayoría de personas de mi entorno tampoco. Fueron dos, tres, cuatro Españas las que se pusieron de acuerdo, en torno a una mesa capitaneada por un Suárez gigante, para definir las líneas maestras de lo que debía ser un país serio capaz de dejar atrás una trayectoria histórica decadente y frustrante. Estos cambios, cosa importante, vinieron de la mano de millones de españoles que, a través de su voto, confiaron en que los mejores pilotos para conducir ese proceso eran los socialistas. Esos pilotos marcaron época. Impulsaron un socialismo democrático, tomaron mejor que nadie las curvas del momento y cambiaron para siempre, y para bien, este país. Lo modernizaron. Y lo hicieron con cambios que nos han beneficiado a todos.

Cuando a finales del siglo pasado la derecha se hacía llamar salvadora de la patria económica y cambiaba la Ley del Suelo para generar una explosiva burbuja de la vivienda de la que se aprovecharon unos pocos ventajistas, los socialistas propugnamos, antes y después, cambios que desde la base de igualar oportunidades ofrecían transformaciones reales como una educación y una sanidad para todos, pensiones para una sociedad trabajadora cada vez más longeva, derechos civiles —matrimonio entre personas del mismo sexo, aborto, presencia de las mujeres en las instituciones, divorcio exprés— que hacen a una sociedad moderna, becas que se convirtieron en un derecho por ley, infraestructuras posibilitadas por la entrada en la Unión Europea, posicionamiento en el mundo a través de una reconciliación con América latina y una relación de no sumisión con Estados Unidos o el fin del terrorismo de ETA. Cambios que han hecho a nuestro país moderno y competitivo. Cambios que ahora toca optimizar. Cambios que deben llamar a otros cambios.

Frente a las conquistas y avances sociales impulsados por los diferentes gobiernos socialistas, debemos volver la vista atrás y preguntarnos qué cambios trajeron y han traído los gobiernos del Partido Popular. Desgraciadamente, no hay un solo cambio relevante, de progreso social, que haya aportado el PP. Por otro lado, los “nueva política” se contradicen con lo que decían hace apenas un mes, no dicen nada innovador que no se haya hecho ya desde lo que ellos llaman “vieja política” haciendo que lo único nuevo sea su protagonismo. Han pasado de defender a Chávez y Castro a declararse socialdemócratas —lo que somos nosotros—; de decir no a las intervenciones militares a fichar al JEMAD que dirigió el bombardeo en Libia; de pedir el impago de la deuda a ofrecer una auditoría ciudadana que nadie sabe lo que es. Más pronto que tarde, pasarán de decir “sí, se puede” a preguntar si pueden ser del PSOE. Igual que los otros emergentes, que han pasado de declararse progresistas —lo que somos nosotros—a quitarse la careta y utilizar el lenguaje propio de Aznar cuando, en 1996, hablaba de que él era la “nueva Transición”.

Claro que hemos cometido errores y que necesitamos abordar un proceso más profundo de renovación, pero el Partido Socialista siempre, en cada ocasión, ha ofrecido a España muchas más luces que sombras. Por eso creo que el socialismo sigue mereciendo una oportunidad, igual que cuando en nuestras relaciones sentimentales somos capaces de perdonar actitudes impropias y errores de quien sabemos cómo es y qué valores tiene realmente. Nosotros queremos lo que siempre hemos ofrecido, ahora actualizados por la sociedad de hoy en día: igualar a la sociedad española y hacerla lo más pujante posible renovando la Constitución de hace 30 años, rescatando a 700 000 jóvenes sin estudios ni trabajo con formación básica, fomentando conciliación familiar y natalidad con años de cotización en la Seguridad Social, luchando contra el fraude fiscal a través de 5000 empleados públicos para poder sufragar políticas públicas que, una vez más, aporten soluciones para todos.

Nuestro voto puede adquirir mil formas. Puede ser de ilusión, útil, estratégico, o una muestra de respeto a quienes lucharon por conseguir que votar fuera un derecho. También puede ser de castigo, de oportunidad, de satisfacción, incluso de emergencia. Lo que yo tengo claro ―por eso voy a votar al Partido Socialista y por eso escribo estas líneas― es la utilidad del voto del próximo domingo. Nuestro país, nuestra sociedad, necesita un cambio y para lograrlo me quedo con el original, con el partido valiente que ha sido capaz de pensar, idear, proponer e implementar cambios, convenciendo y dando la cara siempre ante la sociedad española y europea cada vez que los ciudadanos, a través de su voto, nos han dado la oportunidad de cambiar las cosas.

No “podemos” dividir el voto de la izquierda, ni olvidar nunca los SMS presidenciales de “aguanta, Bárcenas”. Cuando eso pasa, siempre ganan los “ciudadanos” que nunca cambian nada. De ahí la fuerza y el poder que tiene un voto, el tuyo.

Borja Cabezón. 09/12/2015